El vampiro simboliza el apetito de vida que renace cuando creemos que nos hemos saciado. Es el deseo de vivir el que se revela como un deseo devorador de satisfacerse en vano.
Es un ser mitológico de origen eslavo. Según la leyenda, son muertos vivientes que salen de sus tumbas para chupar la sangre de los vivos, quitándoles la vitalidad.
Los vampiros son devoradores, que muerden el cuello de los vivos y chupan toda su sangre. Quien es atacado por un vampiro se vacía de sangre y vida y se contamina, convirtiéndose también en vampiro.
El vampiro sólo puede sobrevivir haciendo una víctima, ya que no puede encontrar vitalidad en sí mismo. Es por este carácter aterrador por lo que el vampiro es uno de los Símbolos de Halloween o Noche de Brujas.
Popularmente se dice que soñar con un vampiro representa la relación con personas que restan energías al soñador y que, por tanto, deben ser apartadas de su vida.
Desde una perspectiva psicológica, convertirse en vampiro es entrar en un proceso de autodestrucción.
Como no pueden reconocer y responsabilizarse de sus fracasos, las personas se crean culpables, se atormentan y se devoran a sí mismas. Sólo cuando aceptan sus fracasos y su destino mortal, el «vampiro» desaparece.
El vampiro es un tipo de inversión de las fuerzas psíquicas contra nosotros mismos cuando vivimos en un estado de tormento y oscuridad. El vampirismo puede aparecer como un problema de no aceptación de uno mismo o del entorno social en el que se vive.
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