En Grecia y Roma, la leche tenía el simbolismo de apaciguar a los dioses subterráneos, a los que se daba leche durante las ceremonias de sacrificio. El vino se entregaba a los dioses de arriba.
La leche también transmite la idea de nutrición, y tiene este simbolismo para los iniciados, los que «nacen de nuevo». Es un signo del renacimiento divino en el hombre.
En las orgías de Dionisio en la montaña, las mánadas bebían leche y miel, que eran también el alimento de los renacidos en los primeros bautismos cristianos.